Cuando recorres durante tanto tiempo la hipnótica carretera, terminas acostumbrándote a ella. Además de las luces difuminadas de los faros, todo se reduce a un montón de líneas blancas y amarillas sobre un interminable camino negro. Es raro que alguien se detenga, y considero que es a lo que más cuesta acostumbrarse. No los estoy culpando. Cada una de esas personas tiene un destino y una vida.

kris durden hipnótica carretera creepypasta
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¿Yo? A duras penas podía recordar dónde estaba. Caminé durante mucho tiempo. Mucho. Lo único que hacía era recorrer esa carretera y levantar el pulgar cada vez que se aproximaba un auto. Contra toda probabilidad, guardaba la esperanza de que un conductor se apiadara de mí y se orillara.

Ya puedes imaginar el impacto que me produjo cuando finalmente sucedió. Mientras caminaba por la autopista, un sedán abollado pasó junto a mí. Aquel tramo estaba particularmente desolado, no había luces y nos rodeaba un inmenso bosque de pinos. Lo único que posibilitaba la visión era la luna y las estrellas titilando en el cielo.

Vi las luces de freno encenderse metros más adelante y un atisbo de esperanza empezó a crecer dentro de mí. Afortunadamente, encendieron las intermitentes y se orillaron en la carretera. No podía creer mi suerte, y en medio de tanta emoción me apresuré hacia el vehículo. Conforme me acercaba, me di cuenta que la ventana del copiloto ya estaba abajo.

—¡Buenas noches! —Gritó una voz amable—. ¿A dónde vas?

La respuesta tuvo que ser inmediata, pero se me complicó. Mientras me inclinaba para responder, mi mente se quedó en blanco.

—Santo Dios, Blanca, ¡vámonos de aquí! —El copiloto me miraba con los ojos abiertos de par en par. Con una mezcla de terror y repulsión.

—Maldita sea. ¡¿Qué carajos es eso?! —Respondió ella motivada por el pánico—¡Vámonos, vámonos, vámonos!

—¿Qué carajos es eso, Mau? ¡No tenía cara! ¡Carajo! ¡Esa cosa no tiene rostro!”

—¡Acelera, Blanca! Solo sigue manejando y no te detengas, por favor. ¡Vámonos de aquí!

Las llantas chirriaron contra el pavimento y los faros volvieron a iluminar aquella carretera desolada mientras el auto aceleraba y se alejaba. Atrás quedó un autoestopista solitario y confundido, asimilando que con cada segundo que pasaba se quedaba cada vez más atrás. Lo vi por el retrovisor, haciéndose cada vez más pequeño.

Se redujo al tamaño de una mota de polvo en el espejo y eventualmente desapareció tras una colina por la que empezamos a bajar. Las manos de Blanca aún se aferraban al volante mientras aceleraba mucho más allá de la velocidad permitida.

—¿Qué es esa cosa? —Preguntó ella con la voz trémula y los ojos llorosos. Puse mi mano sobre la suya y le di un suave apretón.

—No tengo idea, cariño, ni siquiera puedo suponerlo… —Respondí mientras dejaba escapar un largo suspiro—. Pero, quedó atrás. Está muy lejos de nosotros ahora.

Continuamos el viaje en silencio, cada uno intentando procesar lo que acababa de pasar. Fijé mis ojos en el espejo retrovisor lateral, apreciando mi reflejo bajo la poca luz de las estrellas que se colaba entre los pinos.

Tomará algún tiempo, pero terminaré acostumbrándome a mi nueva cara. Tal y como Mau olvidará que alguna vez tuvo una.

FIN.

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