Kris DurdenTengo decenas de malos recuerdos de Semana Santa. Y cada año, sin importar qué, esta semana me abofetea en la cara terribles acontecimientos. La mayor parte del año soy una persona muy positiva y feliz, pero en estos días siempre acontecen sucesos que me perturban profundamente. ¿Creen que exagero?

Un día de la Semana Santa, cuando era un niño de unos 7 años, disfrutando de las respectivas vacaciones de estas fechas, mi pie quedó atorado en los rines de una una bicicleta y estuvo a punto de fracturarse. Me pasé las siguientes semanas castigado por torpe y por asustar a mi mamá, pero aunque quisiera salir a jugar no habría podido por la lesión.

Unos años más tarde, en esas mismas vacaciones y un sábado de Gloria, mientras me mojaba en el enorme patio de un amigo, apareció de manera repentina su padre y encolerizado por la escena de su hijo mojándose y motivado por su profundo alcoholismo, le pateó la cara a pocos centímetros de mí. El señor venía comiendo una naranja que no pudo terminar, porque se la arrojó a mi amigo con toda su fuerza. Luego me miró y me corrió de su jardín como cualquier persona espanta a un perro de la calle.

Ya en la edad adulta, trabajando como profesor de comunicaciones, dejo de dar mi ultima clase del día y con esto daría paso a las vacaciones de Semana Santa. Me encamino a la dirección de la escuela para cobrar mi sueldo y poder disfrutar de las vacaciones, pero me encuentro con que el director se había ido temprano ese día, porque quería llegar a disfrutar del atardecer en una de las muchas hermosas playas de México. No dejó dinero y me pasé las siguientes dos semanas comiendo una vez al día y haciendo ejercicio como demente para liberar mi estrés en los tubos del parque.

Esta semana, a las dos de la mañana, recibo un mensaje que me hace dormir en lapsos. Una de las personas que más amo en este mundo está muerta de miedo y sólo puedo escuchar con impotencia su voz, porque parece que nadie más que yo, puede hacer algo por ella. Sé que no es así, pero así se siente.

Tengo muchísimas historias más que contar sobre Semana Santa, desde atentados contra mi persona o un desgarrador desamor, hasta terribles males que afligen a las personas que amo. De todos los flancos y en cualquier presentación viene la angustia, el pesar y la aflicción.

Todo el año es una fiesta para mí, y doy gracias porque las cosas que me duelen se limiten a pasar en Semana Santa, pues ya sé que debo de estar preparado.

Al final, siempre soy más fuerte y salgo adelante tomando la mejor decisión para no lastimar a los demás. No me considero una mala persona, pero no dudo ni por un minuto que el día en que muera, muy probablemente será en Semana Santa.

«Nadie puede escapar de nuestro pasado karma.»

Mahavira.