por Kris Durden | Dic 17, 2015 | Columnistas, Kris Durden
Tenía cerrados los ojos y sentía el tibio sol del atardecer sobre mi piel. La brisa iba y venía como las olas de la playa, acariciándome los vellos de los brazos y la nuca. El cantar de las aves era el único sonido que se podía escuchar y de vez en cuando una...