Hace algunos años una de las unidades de traslado de cadáveres tuvo problemas y me pidieron que llevara el cuerpo de una chica que acaba de morir. Esta es la historia de cómo aprendi que

Ella había fallecido en un accidente vehicular al manejar en estado de ebriedad. Al chocar con un poste, su pequeño cuerpo salió disparado por el parabrisas, cayendo a unos 6 metros de su carro. Se golpeó el cráneo y se arqueó tanto el cuello, que sus vértebras no soportaron la presión y falleció desnucada al instante.

La revisé por protocolo y no había nada qué hacer, pero sus azules y fríos ojos me perturbaban, pues de alguna manera extraña, parecía que me devolvía la mirada. Ella ya no estaba ahí, había muerto, pero su cuerpo me comunicaba algo escalofriante. La cubrí con una sábana en espera del peritaje.

Se hicieron los trámites del papeleo y se procedió a levantar el cuerpo. Lo embolsé y lo llevé al Semefo. Al llegar la descargamos y la colocamos en la plancha. Su blanco cuerpo cuerpo, de menos de metro y medio, se veía como una isla en medio de toda esa placa de mármol. La recién fallecida tenía 17 años de edad.

Mi compañero se quedó ahí para hacer la necropsia de ley. Preparó los instrumentos y empezó a inspeccionar el cuerpo de la adolescente. Tenía algunos moretones y cortadas, pues el impacto con el parabrisas le abrió la piel en varios lugares. Apegándose al protocolo, inspeccionó cada órgano con la delicadeza y el respeto que merece un muerto.

Al momento de llegar a los pulmones, se detuvo. Algo no estaba bien. Se sentía eso en el ambiente. Era como electricidad recorriendo todo su cuerpo. Sus manos: la izquierda en el pulmón de ella, y la derecha en el cuchillo de disección; estaban totalmente quietas.

Tenía la mirada clavada en el pulmón y no quería voltear a ningún sitio, pero algo no estaba bien. Algo estaba por suceder. Contuvo su miedo, apretó el cuchillo, respiró profundo y examinó toda la habitación. Todo parecía normal. Respiro aliviado y continuó con el procedimiento, pero cuando iba a inspeccionar la laringe, la vio. Ella tenía los ojos abiertos y también lo veía a él.

Para cualquier, persona esto habría sido suficiente para salir corriendo del lugar, pero para mi compañero, con toda la experiencia que tenía, sabía que era posible debido al movimiento involuntario post mortem.

Le cerró los ojos y continuó con su labor.

Cuando le tocó revisar el cráneo, empezó cortando el cuero cabelludo, jaló éste hacia el frente de la cara y así quedó cubierto su rostro hasta la nariz. El cráneo, se movía suavemente mientras trataba de fracturarlo adecuadamente.

Se le ocurrió mirar a la joven, ella estaba sonriendo. Esta vez no pudo seguir con el procedimiento y salió del lugar.

Al llegar el otro médico, le contó lo que había pasado y ambos fueron a la sala. La joven estaba ahí, sin expresión alguna.

—No está sonriendo, seguro lo imaginaste- le dijo el doctor.

El otro doctor se puso los guantes y juntos, siguieron con el procedimiento. Terminaron, y al momento de regresar el cuero cabelludo a su lugar, se dieron cuenta de que la chica los estaba mirando.

Sólo hubo silencio. Le cerraron los ojos, cerraron el cuerpo y llenaron los formularios. Al regresar a ver el cuerpo, éste sudaba.

Llamaron al doctor más veterano de ahí y al ver lo que ocurría les dijo:

—No la limpien. No le quiten el sudor. La joven no quiere irse sola, si la limpian, ustedes al rato se van a sentir mal. Déjenla, está buscando a quién llevarse. Algún familiar vendrá y la limpiará , es mejor que sea uno de ellos para que la acompañe en su viaje eterno.

Se quedaron callados, pero obedecieron.

Más tarde llegaron los padres a reconocer el cuerpo de la joven. Yo mismo vi cómo ese doctor experimentado los condujo hasta ella. El padre de la joven rompió en llanto y fue él quien le limpió el sudor a su hija.

Después de todo, no se fue sola.                                       

Esa misma tarde, me tocó sacar al hombre de entre los fierros retorcidos de su camioneta. Mi compañero de nuevo se encargó de la necropsia, pero esta vez del padre de la joven.

FIN.               

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