No soy como los demás en dos sentidos importantes: tengo mucha suerte y mantengo una actitud positiva la mayor parte del tiempo, por lo que esta segunda aseveración invalida la primera. Ja.
Me cuesta trabajo ver que las cosas están realmente mal y es común verme buscando una solución hasta para el problema más complejo, y no está de más decir que bastantes veces no consigo resolverlo, pero aún así concluyo esa experiencia asegurando que me sirvió porque aprendí algo que antes no sabía.
Hoy, tras permanecer meses encerrados a causa de una pandemia, miro a las personas que quiero y descubro que la están pasando muy mal. Algunos ya perdieron su trabajo y otros están tratando de salir adelante con su salario recortado en un 50%. Unos ya perdieron familiares a causa del virus y otros a causa de los hospitales que no pudieron brindarles la atención a tiempo porque no se dan abasto. A todos me gustaría ayudarlos, pero sin importar cuán optimista sea, sé que no puedo.
Me gusta contar los siguientes testimonios a aquellos que asumo necesitan escuchar algo así, a sabiendas de que puede terminar frustrándolos más, pero mantengo la esperanza de que esas palabras son como semillas que el día que menos lo esperen –pero más no necesiten–, van a germinar…
Tres personas que yo conozco (dos de ellas originarias de Ecatepec), pasaron de estar ahogados en deudas a literalmente convertirse en millonarios. Durante la pandemia generaron ganancias por más de un millón de pesos. ¿Cuál fue el factor que los sacó adelante? Ser conscientes de lo que poseían, no sólo a nivel material, sino también mental y espiritual. Mantuvieron una actitud positiva la mayor parte del tiempo y supieron dar gracias.
Tengo que admitir que yo no soy creyente de Dios como la mayoría de las religiones lo plasman, pero fui criado en una familia muy católica y cuando comemos con mis padres, las siguientes palabras se dicen antes de probar los alimentos:
Gracias Señor por estos alimentos que vamos a consumir.
Bendice a las personas que trabajaron para que este plato estuviera sobre nuestra mesa,
bendice su trabajo y bendice su dinero.
Dale pan al que tiene hambre
y a nosotros que tenemos el pan
danos hambre de ti, Señor
Amén
Yo las he repetido muchas veces de manera mecánica, pero últimamente reflexiono con detenimiento en ellas y concluyo que es una forma de hacer consciencia sobre lo que aún tenemos y lo que nos hace falta para alcanzar eso que parece más allá de nuestras capacidades.
Quiero concluir esta idea con una frase que escuché recientemente en el podcast de Martha Higareda y Yordi Rosado:
Los problemas de dinero no se resuelven con dinero, se solucionan con creatividad.
Papá de Martha Higareda
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