Estaba seguro que dentro del bosque había algo. Tenía la linterna apuntando en todas direcciones y tal vez si se calmaba un poco podría haber visto una vez más esa pequeña figura de ojos negros y separados, de piel rojiza y dientes afilados.
Tenía que ser una broma de la escuálida de Laura. No sería la primera vez en ese viaje que intentaba apartarlo del grupo con la intención de darle su merecido. Seguro se estaba vengando por el último video qua había subido a Youtube y que se había vuelto viral a nivel mundial.
Iván se había consagrado con esa broma y no era para menos. Había invitado a Laura a ver unas películas a su casa diciéndole que se llevara pijama, porque había conseguido la zaga completa de Harry Potter. Esa noche ya habían visto las primeras tres películas, mientras se hacía de noche, Laura bajaba la guardia después de una interminable lista de bromas. Iván le dijo que estaría bien que cenaran unos roles de canela con chocolate caliente. No tardó en preparar una mezcla de chocolate abuelita con una bien calculada dosis de sedantes. Después de dos tragos, Laura se había quedado tan dormida que ni estando recargada sobre una de las bocinas de un concierto de Sepultura, hubiera podido despertar.
Llegaron dos amigos de Iván. Uno era paramédico y el otro un joven dentista que no tenía mucho de haber puesto su propio consultorio. La presencia de ellos, lo habían impulsado a correr mayores riesgos, como el de los sedantes. La metieron en la camioneta de Iván y la llevaron al consultorio de su amigo. Habían preparado el lugar para hacer la más viral de las bromas.
Cuando Laura despertó, lo primero que vio fueron un par de luces segadoras. Al tratar de moverse se percató de que estaba inmovilizada de brazos y piernas. Giró la cabeza para reconocer su entorno, pero unas mamparas bien iluminadas no le permitieron sacar conclusiones lógicas. Por el piso avanzaba una sigilosa y enorme nube de hielo seco, que con dos comunes lámparas leds multicolor, adquiría el aspecto de una niebla capaz de devorar lo que fuese que tocara. Se escuchó el sonido clásico de la descompresión de una puerta y aparecieron dos robustas siluetas que al acercarse más dejaron al descubierto una piel reseca y grisácea. Laura no gritó, sino que mantuvo una cara de pánico de la cual se podía deducir, estaba a punto de llorar.
Uno de los grisáceos seres se llevó ambas manos a la parte que parecía la boca y le mostró una dentada cuenca muy parecida a las fauces de una sanguijuela. Se dobló como si fuera a vomitar y de la babosa cavidad emergió un pulpo muerto teñido de verde. Laura comenzó a repetir sin sentido las palabras “ma, ma, ma, ma, ma”; parecía un bebé que apenas comenzaba a hablar y eso generó una sonora carcajada en el consultorio que de haber sido más ingenua toda la tensión que ya se había generado se hubiera venido abajo, pero en realidad sonó maliciosa y ventajosa. El imponente ser que ahora sostenía entre sus manos un pulpo verdoso, caminó hacia ella y meneó sobre el rostro de Laura, el viscoso cadáver. Esta vez Laura comenzó a gritar y a moverse desesperadamente. Las amarras cedieron y se dio cuenta de que todo el tiempo había estado fijada al asiento reclinable con velcro. Huyó hacia un rincón del consultorio tirando uno de los tapancos y comenzó a gritar palabras que no significaban nada en ningún idioma, hasta que pudo articular una oración completa.
-¡Tú no sabes quién es mi papá! Es el presidente de este planeta.
Un poderoso torrente de carcajadas terminó con la broma y las luces comenzaron a encenderse. Los seres grises se retiraron la máscara y Laura miró con recelo la enorme sonrisa que ahora mostraban Iván y su amigo. A pesar de que Laura seguía llorando, su rostro denotaba alivio y felicidad. Se levantó e Iván corrió muerto de risa para abrazarla. Laura podría haber reaccionado mal, pero más de un año haciéndose bromas con Iván para su canal de Youtube, no se lo permitió. Correspondió su abrazo sabiendo que tarde o temprano tendría su revancha.
A las tres semanas de haber subido la broma a su canal, no creían lo que estaban viendo. El video ya rebasaba las 10 millones de reproducciones y los programas de televisión de su país, y de todo el mundo, ya la transmitían con humor y orgullo. Algunas personas creían que habían llegado demasiado lejos, pero al ver la cara de Laura con una enorme sonrisa al final del video, no les quedaba de otra más que admitir que en realidad era muy divertido. Comenzaron a surgir memes de Laura con frases como “bitch please, mi papá es el presidente del mundo” o “a veces me gustaría ser abducido, pero luego recuerdo que mi papá no es el presidente del mundo y se me pasa”
El fenómeno podría haber acabado con la autoestima de cualquier persona, pero Laura lo tomó con humor y decidió abrir su propio canal de youtube. En poco tiempo se convirtió en una estrella youtuber. Ahora la gente se le acercaba y le pedía tomarse una selfie con ellos. Ella trataba de imitar el gesto de pánico que la había inmortalizado y la gente acompañaba sus fotografías con textos como “#Casual Con la hija del presidente del planeta”. Toda es atención le agradaba a Laura, pero después de un tiempo ya deseaba darse un descanso de todas las cámaras. Recordó que tiempo atrás Iván le había dicho que sería genial pasar un fin de semana a las orillas de un río, pescando, encendiendo fogatas y contando historias de terror en torno a ella.
Determinó que era algo que en realidad deseaba y que si quería darle un susto de muerte a Iván, ella tendría que organizar la salida.
Habían confirmado seis personas, pero llegado el día sólo pudieron ir cuatro: Iván, Laura, Carlos que era amigo del colegio tanto de Iván como de Laura y que había mantenido una relación en secreto con Laura durante algún tiempo, y la novia de Carlos, una chica tímida y muy guapa llamada Tania.
Iván supo desde el principio que algo tramaba Laura, pero le parecía interesante descubrir poco a poco en qué terminaría todo. Además no quería admitirlo, pero Laura comenzaba a llamarle la atención. Toda esa fama la había convertido en una chica muy segura y esa característica le parecía mucho más sexy que sus grandes ojos o sus suaves labios.
El bosque era lo que todos habían estado necesitando y un poco más. Desde que llegaron buscaron un lugar apartado en el cuál se pudiera acampar y encontraron el sitio perfecto cerca de un pequeño río cristalino y de aguas heladas, por el cual se podía observar nadar pequeños pececillos azules.
Armaron sus tiendas. Nadie requirió ayuda, aunque en numerosas ocasiones Iván se veía muy interesado en ver cómo lo estaba haciendo Laura, pero ella resolvió todo sin ayuda e incluso terminó un poco antes que los demás.
Carlos, Tania e Iván se sentaron cerca del río con tres enormes cañas de pescar y esperaron con una sonrisa a que alguno de esos hermosos peces azules que penetraba a ratos en la clara superficie y luego se desvanecía en lo más profundo, picara el anzuelo, pero antes de que eso ocurriera llegó corriendo Laura con un bikini puesto y se lanzó al agua con un grito de guerra. El diminuto bikini confirmó que el agua no sólo se veía helada, sino que también se sentía así. Iván terminó de enamorarse en ese momento y se preguntó, cómo era posible que la escuálida Laura hubiera podido ocultar un cuerpo tan hermoso durante tanto tiempo a su mejor amigo. No salió de su alelamiento hasta que Laura le tiró agua sobre el rostro.
-¡No me mires así! –Gritó Laura-. De todas formas no ibas a pescar nada hoy.
Iván se sintió aliviado de saber que Laura aún no descubría cómo la estaba mirando realmente. Como un adolescente enamorado.
Se quitó la playera, los pantalones y saltó al agua con Laura. Sólo ellos dos jugaron en el río, pues Carlos y Tania dejaron sus cañas bien aseguradas y se retiraron a su tienda de acampar. Cuando comenzó a caer el sol ya se habían salido del río y platicaban de todo menos de youtube. Laura aún no lo había notado, pero comenzaba a sentir lo mismo por Iván. Después de que Laura le contó un chiste malo y tierno respecto a los peces Iván no se contuvo más y la besó. Fue suave y al mismo tiempo apasionado. Sin duda tomó por sorpresa a Laura, pero ella decidió que era una sorpresa muy grata y que la iba a disfrutar. Al terminar el beso se miraron a los ojos con la luz de la tarde atenuándolo todo, pero una de las cañas comenzó a hacer un ruido raro y terminó con ese instante que los dos querían que durara por siempre. Al mirar la caña se dieron cuenta de que un pez había picado y corrieron a sacarlo. Les costó trabajo y creyeron que sacarían del agua un pez del tamaño de un perro mediano, pero cuando lo sacaron del agua no medía más de 12 centímetros, aun así fue una experiencia que nunca pensaron que les fuera a provocar tanta emoción.
Se acercaron victoriosos con el pescado a las pequeñas casa de campaña en las cuales ya estaban Tania y Carlos tratando de prender un fuego con algunas varas secas que había estado recogiendo, pero no habían tenido éxito. Mientras Iván alardeaba sobre el pescado, Laura buscó un poco de hojas secas y luego varitas más delgadas para encender la pequeña pira.
Pronto cayó la noche y no perdieron la oportunidad de poner algunas salchichas a asar, y tampoco perdieron la oportunidad de contar algunas historias de terror.
Carlos era realmente malo para eso, pero Tania mostró un talento increíble para asustarlos. Decía no estar preparada, pero contó una historia realmente aterradora sobre una criatura de nombre Chullachaqui que vivía en esos mismos bosques.
-La criatura llevaba tiempo engañando a los niños de los poblados cercanos, para que se alejaran de sus padres y se adentraran en el bosque. -Dijo Tania con el rostro cerca de las chispeantes brasas-. Lo pueblos en rededor sumaban más de 300 niños extraviados en los últimos 100 años. Nadie sabía para qué quiere a los niños, pero lo que si se sabían era que no sólo extraviaba niños, sino que podía hacer lo mismo con los adultos. En alguna ocasión habían penetrado en el bosque un grupo de hombres para darle caza a la criatura, que esta vez se había hecho de tres niños en menos de una semana. La jornada duró todo el día, pero no se organizaron como deberían de haberlo hecho y al caer la noche se dieron cuenta de que habían perdido a cuatro hombres más. Hicieron una pequeña búsqueda más y encontraron a uno de ellos vagando sin ojos ni lengua cerca del río. Días más tarde, cuando al fin se recuperó, escribió que la criatura los había separado haciéndose pasar por personas que cada uno de ellos amaba. Algunas veces sólo con voces, pero también podía adquirir la forma del ser amado. A él se le había presentado en la forma de su hijo. Tenía los pies metidos en el agua y lloraba repitiendo la palabra papá. El hombre no se lo creyó y en el momento en que trató de correr la criatura saltó del agua mostrando unas enormes pesuñas en lugar de pies. Cayó sobre él transformado en demonio. Lo inmovilizó y le trituró la lengua para que no pudiera pedir ayuda. Le arrancó los ojos con las manos y según escribió, escuchó a la criatura masticarlos y tragarlos. Cuando más seguro estaba de que ahí mismo perdería la vida, los gritos del grupo se escucharon acercarse con rapidez y lo ahuyentaron. Se incorporó en busca de ayuda, andando a tientas. Ese fue el momento en que lo hallaron. Cuando más recuperado estaba, lo tomó por sorpresa una intensa fiebre que no pudieron bajar con remedio alguno. La herida de la lengua se comenzó a tornar oscura y a los pocos días murió alucinando y con una mueca de pánico. Dicen que la criatura no quedó conforme con eso, pues el cuerpo desapareció antes de ser sepultado. Otros cuentan que lo vieron caminando con paso torpe camino al bosque. La verdad respecto a eso no está clara. Lo que sí les puedo asegurar es que el chullachaqui sigue deambulando por estos mismos bosques. Esperando en la oscuridad y planeando cómo separarnos.
Algo se movió entre el bosque y los cuatro se miraron y corrieron a abrazarse. Luego soltaron una sonora carcajada pensando en lo ridículos que se veían y en lo bien que lo había hecho Tania.
Esa noche contaron unos chistes para acabar con la tensión del relato de Tania y hablaron un poco de sus metas. Comieron todas las salchichas que quisieron mientras Carlos tocaba la vieja armónica alemana que le había heredado su abuelo. Era realmente bueno y los hacía sentir un viejo western americano.
No eran ni las 11 de la noche, pero sentían que llevaban toda la noche hablando, así que apagaron la fogata y se fueron a dormir tranquilos, sin pensar más en la creciente oscuridad y tampoco en el chullachaqui.
Iván fue el último en dormir. Pensaba en Laura y en lo ingenuo que fue al no traer condones. No se torturó muchoy antes de que se diera cuenta, ya estaba soñando.
En su sueño una culebra se metía en su casa de campaña y lo mordía en una pierna. Sus amigos lo intentaban llevar al doctor, pero antes de llegar su pierna ya se había secado y parecía más la pata de una cabra que una pierna humana. Lloraba y pensaba que se le seguiría secando el cuerpo hasta convertirlo en una momia de cabra.
Despertó agitado y Laura ya se estaba acomodando a su lado.
-Ojalá no te moleste, pero la historia de Tania… No he dejado de pensar en eso.
-Vamos, entra al saco de dormir –Dijo Iván con una sonrisa de galán-. Te ves linda cuando estás asustada.
-¡No digas esas cosas! –Dijo Laura al tiempo que le golpeaba el brazo.
Cuando al fin sintió su cuerpo contra el suyo, Iván no pudo contener un beso y luego no pudo contener poseerla. Los condones fueron la última cosa en la que pensó Iván cuando entró en Laura.
Terminaron sudorosos, satisfechos y muy cansados. Iván ya estaba dormitando mientras abrazaba a Laura, cuando se escuchó un ruido afuera. Laura se alertó.
-¿Qué fue eso?
No puede ser –Pensó Iván -. Igual que en las películas de terror.
-Deberíamos de revisar, Ivan. Puede ser un animal salvaje.
-O sólo son Carlos y Tania que no quisieron quedarse atrás y nos están imitando –Iván sonrió de maneta pícara.
El sonido se repitió.
-En serio, creo que tenemos que revisar.
La sonrisa de Iván se desvaneció. Se puso los pantalones, tomo una pequeña pero potente linterna y salió con cuidado.
Pasó la linterna de un lado a otro, pero nada apareció. La apuntó hacia la casa de campaña de Carlos y Tanía sólo para descubrir que ya no estaban. El miedo lo sobrecogió y se apresuró a decirle a Laura que Carlos y Tanía no estaban en su casa de acampar, pero cuando miro dentro de su propia tienda ya no estaba Laura. Comenzaba a entrar en pánico, pues las imágenes que se había creado durante la historia de Tania lo estaban abordando con osadía, pero recordó que Laura aún no había tenido su revancha en youtube y fue como si el interruptor del miedo se hubiera bajado de golpe. Escuchó de nuevo, dentro del bosque, el ruido que lo había sacado de su tienda. Apuntó la luz en esa dirección y miró por medio segundo lo que parecía el rostro de un diablo rojizo. Perdió el control y la mano de la linterna le comenzó a temblar.
-¡Ha ha! –Dijo Iván nervioso y con sarcasmo-. ¿Ahora tengo que orinarme del miedo, Laura?
Pensó que hubieran podido engañarlo de no haber sido por la increíble y bien narrada historia de Tania, pero ahora esperaba que en cualquier momento sonara una grabadora con la voz de su madre pidiendo auxilio o alguna otra artimaña del estilo de la historia antes narrada.
-¡No podrán asustarme, chicos! –Gritó con aire petulante.
Otro sonido resonó dentro del bosque. Pensó que lo que había planeado Laura era asustarlo hasta que se metiera en su casa de campaña y ahí dentro hacerlo llorar de miedo, pero ella no contaba con su carácter impulsivo y decidió seguir los sonidos.
Entró a la casa de campaña por una sudadera deportiva pensando que les tiraría la broma y los moscos no se lo cenarían. Salió a prisa con una sonrisa de confianza enorme y comenzó a adentrarse en el bosque.
A penas perdió de vista el pequeño campamento, una neblina sobrenatural comenzó a emerger de entre los árboles. Recordó el hielo seco que había empleado para la broma en el consultorio y su sonrisa creció aún más.
-Valla, parece que se han quedado sin ideas –Grito entusiasmado-. Ese truco es viejo y fui yo el que lo utilizó la última vez.
La risita de Laura se escuchó unos metros más adelante e Iván rodeó un árbol para atraparla donde él creía que la había escuchado, pero no estaba ahí. <<Hasta al mejor cazador se le va la presa>> pensó Iván.
Trató de no hacer ruido al andar y pensó que si era difícil para él ver a través de la niebla, lo mismo sería para Laura. Se agazapó y anduvo así unos metros hasta que al fin la visualizó. Estaba en un diminuto claro, sobre una piedra, peinando su cabello y parecía no tener blusa. <<Le va a dar una pulmonía si no termino con esta broma ahora mismo>> se dijo en tono protector Iván. Se acercó con sigilo. La tomó con mano suave por el hombro y ella lo “miró”. No tenía ojos. Le mostró su aperlada sonrisa y cuando intentó decir algo la sonrisa desapareció en una mueca de sorpresa. Se llevó las dos manos a la garganta y abrió la boca para mostrarle que ya no tenía lengua. Iván estaba paralizado, pero algo dentro de él decía <<Te están grabando, no grites como un princeso>> No pudo evitar dar un pequeño pasito para atrás. Creyó que caería de nalgas sobre el lodo, pero alcanzó a recuperar el equilibrio. La luna apenas iluminaba la escena e Iván creyó ver que a Laura al fin le había reaparecido la lengua, pero al mirar con más detenimiento se dio cuenta de que era un enorme cienpies. Iván no temía a las ratas o las arañas, mucho menos a las alturas y a los espacios cerrados, pero los insectos eran algo diferente. Una vez en su infancia voló una enorme cucaracha hasta su cara y todos los adultos entraron en pánico, Iván le atribuía a esa experiencia su irracional temor. No conocía en persona a los cienpies, pero sabía que no le agradaban y ver a ese salir de la boca de Laura era más de lo que podía soportar. Se puso pálido, pero no gritó.
-Esa maldita mascara es impresionante –Dijo Iván con voz entrecortada-, pero el cienpies es demasiado, Laura.
“Laura” se puso de pie y ya no era Laura. Ese hermoso cuerpo de una mujer joven había sido sustituido por una piel muy roja y áspera a la vista. Una de sus piernas era fuerte y con el pie muy grande, pero la otra estaba torcida. Como si estuviera rota. Por debajo de la rodilla se notaba una rodilla más, pero esta estaba invertida. Donde terminaba había una enorme y muy brillante pesuña negra. Iván recordó su sueño. Cuando alzó la vista de nuevo a donde debía de estar el rostro de “Laura” ya no era Laura, sino un diablo con dos prominentes cuernos, pero sin lengua ni ojos. No se movió ni un centímetro y tenía la esperanza de que las luces se encendieran y todos comenzaran a reír. El diablo rojo se dejó caer sobre Iván y de su boca vacía emergió la voz de Laura.
-Te has portado como todo un hombre. Gracias por salir a investigar.
Iván supo que esa noche no había poseído a Laura, sino que había sido el diablo rojo el que se recostó junto a él cuando despertó de su pesadilla. Se había hecho pasar por un ser amado, como en la historia de Tania, e igual que en la historia de Tania, el diablo rojo le mordió los labios y cuando gritó Iván, le arrancó la lengua. Intentó gritar de nuevo, pero la sangre se le agolpó en la garganta y sintió que se ahogaba. Se retorció con la cabeza punzándole y sus manos se movieron desesperadas sobre el helado cuerpo del diablo, pero era como golpear a una piedra que además de dura era inamovible. El diablo le intentó arrancar los ojos, pero uno se reventó dentro de su cuenca y sólo pudo masticar el otro. El dolor de una basurita en el ojo era un recuerdo feliz que no volvería a experimentar Iván. El Diablo Le mordió el cuello y se comenzó a llenar como una chinche y mientras el calor del cuerpo de Iván desaparecía, el del diablo rojo comenzaba a emerger poco a poco. Se sintió relajado y luego miró la luz. Del otro lado ya lo esperaban Carlos y Tania. También miró a su abuelo y reconoció al abuelo de Carlos. A lo lejos miró a su tía difunta en 2003 y a su abuela fallecida en 2004. Buscó a Laura con la mirada, pero no estaba, aunque sabía que no tardaría en llegar.
Por: Kris Durden
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